Desde muy chico cuando tenía 8 años, Carlos ayudaba en la Parroquia de la Asunción de Monaguillo. Tenía el gran deseo de participar en la misa y ayudar a los sacerdotes. En una clase de catequesis la palabra “vocación” le siguió resonando en su cabeza. Aunque quería buscar otras felicidades alejadas de Dios en la etapa de joven, de pequeño tuvo el deseo de estar cerca del señor. “Me llevo 25 años. Lo que me llevó a tomar esta decisión fue descubrir que Dios me amaba. Ya me había recibido de contador y tenía algo armado que era tener un título universitario, pero una vez que descubrí que Dios me amaba y que me invitaba a que toda mi vida me entregara a sus servicios, ahí puse mi deseo de anunciarlo en todo momento”. Rinaudo destacó que en principio hubo personas que se sorprendieron, otras que no lo entendían, que lo apoyaban y a aquellos que no les gustaba, se ponía en su lugar y los entendía. En el seminario se encuentra cursando el 6to año de formación. La rutina es levantarse a las 7 menos 10, realizar un momento de oración a las 7.30 am, luego desayunar y 8.30 cursar en las aulas hasta las 12.30. Almuerzan, tienen tiempo libre y de acuerdo a los días tienen diferentes actividades como deporte, limpieza. De 16.30 a 19.30 estudian, seguido tienen misa y a las 21.30 hs la cena. Termina el día con una oración propia. Los fines de semana tienen visitas a parroquias de la diócesis, desde el sábado hasta domingo. “Mi familia siempre me acompaña y está cerca”. Visita su casa una vez al mes, a sus padres; también, a sus tíos y abuelos a una ciudad cercana. El estudiante tenía otro concepto de felicidad acerca de novia, trabajo, éxitos y comprendió que Dios nos ama y si no te sentís amado, no te conformás con lo que queres.