Sociedad.

Cañada de Gómez

A 18 años del femicidio de Daniela Spárvoli

Daniela Cintia Spárvoli, fue violada y asesinada a sus 27 años en un camino vecinal de Cañada de Gómez el 12 de mayo de 2003. El asesino Carrascal fue condenado a prisión perpetua 5 años después.

12-05-2021

A Daniela Cintia Spárvoli la habían visto por última vez frente a una estación de servicios de la ciudad cuando se subió a un vehículo utilitario mientras hacía dedo para volver a Carcarañá desde Villa Eloísa, donde daba clases en una escuela. Ese día no llegó a su casa y la familia la reportó como desaparecida. Veinticuatro horas más tarde encontraron su cadáver: estaba a la vera de un camino de tierra que va de Cañada de Gómez a Bustinza, semidesnudo y con signos evidentes de haber sido violada y estrangulada.

Comenzó entonces una larga investigación policial y judicial que durante un tiempo no arrojó resultados. Carrascal no era oficialmente un sospechoso, aunque los detectives de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE) lo tenían bajo la lupa por un intento de violación anterior en el que llegó a estar imputado pero del que finalmente quedó desvinculado.

Pero en 2005, más de dos años después del crimen, la jueza de Instrucción Ana María Bardone tomó una decisión que con el tiempo cambiaría el rumbo de la pesquisa: ordenó que se le tomaran muestra de sangre a siete personas que la policía había interrogado por su posible participación en el crimen, entre ellos Carrascal. Quería comparar ese material con los restos genéticos (semen y otros) hallados en el cuerpo de la maestra.

Ese cotejo llevó mucho tiempo y recién en septiembre de 2006 permitió identificar a un sospechoso. Era Carrascal, quien en algún momento había declarado como testigo sin aportar ningún dato de importancia para la causa.

Coincidentemente, Carrascal ya estaba bajo la mirada policial como presunto autor de un robo a mano armada. Cuando la policía fue a buscarlo a Las Parejas, donde por entonces residía, no lo encontró. No fue difícil detectar su paradero: mediante escuchas telefónicas, los investigadores de la TOE lo ubicaron en la ciudad mendocina de General Alvear. Y fueron hasta allá a buscarlo.

El femicida confesó

Durante el viaje, dijeron los detectives por entonces, Carrascal se quebró y confesó que había violado y asesinado a Daniela. «Me mandé una macana», fue la frase inicial de aquel testimonio cuando lo encontraron en un hotel. A los policías les contó que intentó convencer a la maestra para tener sexo y que como ella se negó, la golpeó hasta inmovilizarla. Luego la violó y finalmente la estranguló porque ella dijo que lo denunciaría.

La confesión se repitió luego ante la jueza Bardone. Durante tres horas, y sin perder ni por un momento la calma, Carrascal le contó a la magistrada lo mismo que les había dicho a los tres policías de la TOE que lo trajeron en el largo viaje desde General Alvear. También le dijo algo que la madre de la víctima nunca creería: «No busquen a otra persona, el asesino fui yo», sostuvo.

El informe de la autopsia daba a entender otra cosa y permitía sospechar que pudo haber uno o más cómplices. Además, en el cadáver había semen con un patrón genético distinto al de Carrascal. Esas eran las razones por las cuales Ferreira pasaría años diciendo que el único acusado por la muerte de Daniela mentía y le exigía que dijera la verdad.

En mayo de 2008 Carrascal fue condenado a prisión perpetua. En la sentencia, el juez Julio García no afirmó que hubo otro asesino, pero en cambio enumeró una serie de indicios que alimentaban esa hipótesis. Esas evidencias eran principalmente tres: la forma en que la estrangularon, la presencia de semen correspondiente a dos patrones genéticos distintos y el modo en que quedó el cuerpo en el lugar donde lo encontraron. «Según las reglas de la lógica, experiencia y sentido común, una persona tuvo que tomarla de las muñecas y otra de los tobillos», escribió García en el veredicto.

Todas estas evidencias, escribió el juez, permitían inferir la existencia de otro asesino.

La causa siguió luego por un recorrido sinuoso, que incluyó una jugada desesperada del condenado: sostuvo que la policía lo torturó y lo obligó a confesarse culpable y que la jueza Bardone le tomó la declaración indagatoria en la que admitió su autoría sin un abogado defensor. La jugada fue infructuosa: el fallo fue ratificado hasta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y está firme. Carrascal cumple la pena en la cárcel de Coronda.

Pero el clamor de Ferreira («Que me diga con quién mató a mi hija») nunca obtuvo respuesta. Ella estaba convencida de que hubo alguien más y que se trataba de una persona con poder económico para comprar impunidad. Así lo denunció muchas veces, todas las que pudo, frente al periodismo y ante los jueces que intervinieron. Carrascal no habló más que para ponerse en víctima y los investigadores no hallaron a un posible cómplice.

Cuando murió, Daniela Spárvoli tenía 27 años. Cuando la violó y la mató, el asesino identificado tenía 28.

Fuente: Diario Visión


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