Política y economía.

Córdoba

La plaza de Cristina: si hay debilidad que no se note

Cristina montó un show retro para recuperar centralidad después de dos elecciones perdidas. Le habló a los convencidos. Necesita blindar una base electoral en fuga.

13-12-2021

Por Carlos Sagristani

Si hay debilidad que no se note. La plaza de Cristina marcó el fin del repliegue táctico después de dos elecciones perdidas.

Replicó el avance disidente de la plaza albertista, armada por la CGT y el Movimiento Evita. Esta vez se congregaron en multitud militantes incondicionales de la jefa.

Llevó la disputa al plano simbólico, un territorio que domina. La puesta en escena reubicó al presidente en el rol de un subalterno, forzado a rendirle cuentas y a absolverla en público. La vice reafirmó su centralidad en el conglomerado oficialista.

Cristina montó un show retro para sostener la fe de los convencidos. Necesita blindar una base electoral en fuga.

La ausencia de las Madres de plaza de Mayo debe haberla preocupado. No por lo que representan en votos ni en capacidad de movilización. Es una grieta en la coartada ideológica que el kirchnerismo construyó, desde su momento fundacional, con la cooptación de los organismos de derechos humanos.

Cristina rozó por momentos el grotesco en su esfuerzo por eludir el costo político de un ajuste económico inevitable. Se encerró en un maximalismo discursivo del que no le será fácil retroceder si se impone el clásico programa de estabilización que el mismo viernes definió el comunicado del Fondo.

A la inversa de Néstor, Cristina implora que escuchen lo que dice y no lo que su gobierno hace.

¿Cruzó una línea al acusar al FMI de haber tumbado a dos gobiernos democráticos (Alfonsín y De la Rúa)? Esta vez no usó pirotecnia verbal, detonó trotyl. La negociación tiene una fase técnica. La decisión final la toman los gobiernos del grupo de los siete países más poderosos.

Nadie imagina una ruptura de las tratativas. Pero no parece verosímil pensar que semejante hostilidad no tendrá efectos políticos.

Cristina ensayó maniobras de resucitación de antiguas leyendas. Intentó pegar los retazos de una épica rota. El FMI es el diablo, ella es víctima del lawfare y permanece invicta. Macri no la derrotó en una elección –el pueblo jamás le daría la espalda–. Fue un golpe de Estado sin bayonetas, con las togas de jueces y los titulares de medios críticos.

Hubo dos invitados especiales en la plaza. Lula, quien le correspondió reforzando la tesis del lawfare, y José Mujica. La vice aspira a reconocerse en el espejo del expresidente brasileño. Zafó de los tribunales y ahora está cerca de la reparación con un retorno pleno al poder.

“Pepe” –el Viejo Vizcacha de la política uruguaya– estuvo, pero se escabulló del fuego revolucionario. Apenas asumió el módico rol de locutor para presentar al líder brasileño. Después se sumergió en una larga siesta, ajeno a la reivindicación de Hugo Chávez y otros próceres de la izquierda populista.

Cristina abundó en manipulación de datos y de mentiras abiertas. Reescribió la historia reciente reservándose para sí el estatus de mito intocable.

La celebración de la plaza quedó atrás. Como enseña Serrat, ahora hay que bajar la cuesta, se acabó la fiesta. Espera la realidad. La economía en crisis, la tensión social y la anemia política.

 

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